El chófer de los picadores

21 de agosto de 2007

Comía en el restaurante del hotel Ercilla de Bilbao. En las mesas de alrededor solo se hablaba de un tema: la corrida de esa tarde. Era la Feria de Bilbao, grande donde las haya. Se enfrentaban a 6 toros de Torrealta los espadas Sebastian Castella, Alejandro Talavante y El Fandi. 
Me picó el gusanillo y pregunté al maitre si sería posible conseguir una entrada. Me dijo que era difícil pero que lo intentaría. Le facilité mi número de habitación a la espera de su llamada con alguna respuesta. 
Salí a dar un paseo después del postre. Miré al cielo. Estaba a punto de romper a llover. No sería una lluvia cualquiera. Una lluvia de las de Bilbao. 
Volví al hotel a pedir un paraguas y en la puerta me encontré una furgoneta aparcada. Acompañándola estaba Óscar. 
Me puse a hablar con él. Era miembro de la cuadrilla de uno de los matadores, de David Fandila, El Fandi. Hablamos de mi trabajo, del suyo, de fútbol y como no, de la corrida de esa tarde. Salió el tema del tiempo, no por romper el hielo, pues ya estaba hecho migajas desde hacía un rato. Le pregunté si merecía la pena comprar una entrada a cualquier precio o si había más posibilidades de que se cancelase la corrida. «No la compres…» Le corté y le dije, «Gracias, seguiré con mi paseo entonces.» Esta vez me paró él, y siguió, «No la compres, te vienes conmigo.» 
Terminó de colocar los trastos en la furgoneta, pidió un taxi y nos subimos los dos. Al llegar a la plaza me pidió que le esperase fuera. Me dio la espada de matar enfundada en un estuche de cuero con el nombre del torero grabado en ella. Óscar entró a la plaza, dejó todo lo que llevaba en el carro y salió a buscarme. Me dejó su acreditación y pasé a ser él por unos instantes. Instantes que duraron lo que tardamos en cruzar la puerta. 
Una vez dentro, nos despedimos hasta la vuelta al hotel, donde quedamos para tomar algo después de la corrida. Él se fue al callejón y yo a un asiento de barrera que quedó libre. 
La corrida empezó. 
No llovió. 
La corrida terminó. 
Ya de vuelta en el hotel nos vimos en el bar que montaron con ocasión de la Feria. Continuamos la conversación del taxi, hablamos de la corrida, y quedamos para otra ocasión. 
7 de septiembre de 2007
Fiestas de Pozuelo de Alarcón. Hoy torea El Fandi. Me llama Óscar la noche anterior para avisarme. Tengo la mañana libre pero por la tarde tengo otro sarao. No podré ir a la corrida pero sí por la mañana al hotel donde se hospedan. 
Quedamos en la puerta de su hotel. Le acompaño al sorteo de los toros. A por las invitaciones para los familiares del torero. Vivo y aprendo con él todo lo que se cuece y no se ve normalmente antes de una corrida. A pesar de ser de unas fiestas de pueblo, me llama todo mucho la atención. Todo es nuevo para mí. Un mundo de lo más particular. 
Pasa el tiempo, nos llamamos de vez en cuando. Hay cambios en su trabajo. Deja a El Fandi y empieza con Alejandro Talavante. Vienen a Madrid. Voy a alguna corrida con ellos. Repito la experiencia vivida en Pozuelo pero esta vez en Las Ventas, en pleno San Isidro, en Madrid… Impresionante. Miles de llamadas de personas pidiendo entradas, a ver si les sobra alguna… visita al sastre a última hora, corriendo a la plaza a por no sé qué, vuelta al hotel, volando a ver al matador que quiere que le ablande el capote, etc. De locos. No le envidio lo más mínimo. 
Mediados de mayo de 2013
Suena el teléfono. Es Óscar. Viene a Madrid. Torean el día 24 junto a Castella y Manzanares. Toros de Victoriano del Río. Cartel de no hay billetes asegurado. Me pregunta si estaré esa tarde en Madrid. Le digo que sí. Me dice que si quiero ir a los toros. Vuelvo a contestar que sí. Me pide que si puedo llevar a los picadores. Silencio. ¿Por qué? Que si me apetece. Por supuesto que sí. No es algo que vaya a hacer muchas veces… ninguna vez más en la vida. Oportunidad única. 
Me presenté en el hotel una hora antes de la citada. Aparecieron los picadores, se subieron al coche junto a Óscar y nos dirigimos a la plaza. Llegamos a la puerta de Cuadrillas, aparcamos y sacamos del maletero todos los trastos de torear. Me fui a mi asiento y disfruté de un fantástico primer toro de Talavante al que consiguió cortar dos orejas por las que luego salió por la puerta grande. Lamentablemente, en el sexto toro, uno de sus banderilleros, Valentín, fue corneado. Esperamos a que saliese de la enfermería camino del hospital y nos dirigimos de vuelta al hotel. Nos despedimos hasta la próxima. 
Meses después, en la temporada americana, coincide que estoy en Méjico el día que torea Talavante en la Monumental. Un taxi de mi hotel me acercó al hotel de la cuadrilla para recoger un par de entradas a mi nombre de parte del bueno de Óscar. Saludo a los picadores mientras uno de ellos pide un taxi para ir a la plaza. Le ofrezco el mío. Es grande y cabríamos todos. Así lo hacemos y nos vamos hasta las tripas de la Monumental. El taxista alucina con la situación. 40 años yendo a los toros a las gradas y tiene que venir un cliente español para poder conocer lo que nunca pudo en sus miles de tardes taurinas. 
San Isidro 2014
Óscar me llama y me avisa que vienen a Madrid los días 22 y 29 de mayo y el 4 de junio. «Cuento con que nos llevas a la plaza.» Esa frase me acaba convirtiendo en el chófer de los picadores de Talavante en sus tardes de Madrid. 
Disfruto como un enano. No es que soñase con este «trabajo» nunca, ya que nunca pensé que ese puesto existía, pero te puedo asegurar que los toros desde «dentro» no tienen absolutamente nada que ver con cómo los llevaba viendo durante los últimos treinta años. Lo que he aprendido en estos años, en estas mañanas pre-toros, en esos momentos de espera en la enfermería de la plaza, esas llamadas a familiares de banderilleros para contarles que están bien, esas carreras al sastre, esas peleas con amigos de amigos de primos del vecino del torero para conseguir entradas… Lo que he aprendido no me lo quita nadie. 
Y sobretodo, por encima de ese aprendizaje, esas experiencias, esas anécdotas, lo que de verdad he ganado es a un buen amigo, un fenómeno llamado Óscar. 
¡Gracias por todo, amigo, y hasta la próxima!