Pesadilla en la… política.

A lo largo de los años, desde que se inventó, se ha pretendido que la caja tonta no lo fuese tanto y que además de entretener tuviera su punto educativo. Han pasado los años del blanco y negro, del destape, de los concursos familiares, del NO-DO, parece que, por fin, terminan los años de Gran Hermano y nos encontramos con la moda de programas-concurso donde los participantes demuestran sus habilidades personales y profesionales.

Todo empezó con cantantes de medio pelo dándolo todo frente a un jurado de artistas. Cantaban sacando lo mejor de sí mismos tratando de emular a cantantes que triunfaban en las mejores listas internacionales. De ahí salieron dos o tres que se han podido ganar la vida con ello y otros muchos que no.

Dado el éxito del cante, se optó por el baile. Como bailar, lo que se dice bailar, aquí se baila poco, se incluyeron en estos programas otros campos del entretenimiento: magia, circo, ventriloquia, etc. Hasta donde yo sé, uno o ninguno ha tenido un gran éxito después de pasar por la tele.

Como ya no quedaba persona anónima a la que hacer famosa, se eligió el formato de hacer saltar de la revista del corazón a la isla desierta a ciertos personajes para que, con un coco, un taparrabos y una caja de cerillas, pudiese sobrevivir durante un espacio de tiempo en situaciones, falsamente, difíciles. Esto solo sirvió para romper un par de matrimonios y comenzar alguna relación nueva.

Por último, de un tiempo a esta parte, nos encontramos con el prime time lleno de programas en los que cocineros, empresarios y profesionales de distintos sectores, nos muestran sus conocimientos para, con ello, ganarse un mejor puesto en sus respectivos ámbitos laborales. La idea no es del todo mala. Entretiene. Enseña. Y lo que es mejor, quita tiempo a programas basura, lo que se agradece. Ahora bien, podrían dejar los fogones ya, de una vez, y pasar a, por ejemplo, qué se yo, ¿los escaños?

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Propongo que se haga un programa-concurso con la clase política. No dejaría de ser curioso ver a ciertos miembros del Congreso luchar a destajo, cual cocinero contra el reloj, por conseguir lo mejor para agradar al jurado y a sus votantes que les verían desde sus casas. Me imagino a las dos Sorayas, al tal Pedro Sánchez, a un señor Rajoy, a… tantos otros. De hecho, me parecería hasta bueno probar en unas elecciones que no se votase en los colegios electorales y se hiciese desde casa enviando un SMS al número de turno con el texto «SALVA A MENGANO» o «GANA FULANO». Eso sí, en plan Gran Hermano, cámaras por la mañana, tarde y noche. Todos juntos bajo el mismo techo. Durmiendo, comiendo, trabajando juntos. Con un mismo fin: eliminando a los peores y salvándose los mejores.

Dejemos los mandiles. El que más o el que menos sabe hacerse un huevo frito. Nos sobran cocineros. Lo que de verdad nos hace falta, lo que de verdad necesitamos, son políticos. Pero no unos cualquiera, esos pueden servir en su comunidad de vecinos o en el APA del colegio de sus hijos. Los buenos, los honrados, esos son los que nos van a sacar del agujero.

Chicote y compañía, haced un Pesadilla en la política, un Top Diputado o un Master Alcalde, pero haced algo.

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