Noche de Reyes desde lejos

9:05 am. Se levanta el primero. Va de cama en cama despertando a sus hermanos.

– Corred, corred, que esta noche vienen los Reyes Magos.

Desayunan a toda prisa. El pequeño pregunta por los zapatos que pondrá esta noche en el salón para marcar su territorio. El lugar donde los Reyes dejarán sus regalos. Su madre le explica que queda mucho tiempo. No hay prisa. Él, que no entiende de tiempos, va a su armario y saca las zapatillas que más le gustan. Las lleva al cuarto de baño y con lo primero que encuentra las limpia.

Es hora de ir a ver Belenes. Todos al coche. Llegan al Ayuntamiento donde exponen varios Belenes y mirándolos sin verlos no se quitan de la cabeza lo que esta noche ocurrirá. Vienen los Reyes Magos. Todo un año esperando este momento. En cada Belén solo ven tres figuras, Melchor, Gaspar y Baltasar. El resto, sobra.

Exposición del Circo cerca de casa. Disfraces de payaso, ropa circense, narices rojas, malabares… Muy bonito, pero quieren ir a comer ya para llegar a la Cabalgata a tiempo para coger buen sitio. El de todos los años. Frente a la residencia de ancianos. Allí se juntarán con decenas de amigos con los que «pelearán» por coger más caramelos. Allí quieren estar para ver las caras de sus tres Reyes, de sus tres favoritos.

Llega la hora. La calle está repleta. Caminan entre la gente hasta que ven la residencia al otro lado de la calle. Allí paran. Allí empiezan a dar besos a todos. A los mismos que el año pasado. A los mismos que el antepasado. A los mismos que el año que viene. Los nervios crecen. La hora se acerca. Pasan primero las motos de la Policía, que abrirán camino a las carrozas. De repente aparece la primera. Y la segunda. Y la tercera. Entremedias, hombres que echan fuego por la boca, mujeres subidas en larguísimos palos, niños bailando, niños cantando. Tras varias decenas de carrozas, por fin, la de Melchor. Los niños, mis hijos, no le quitan ojo. Se les secan los ojos. No parpadean. No atienden a nada. Solo miran. Allí arriba está Melchor. Creen ser mirados por él. Creen ser únicos para él. Creo que lo son. Melchor… Gaspar… Baltasar… Abrazos. Gritos. Risas. Nervios.

A casa.

Al llegar a casa quieren ser los primeros en bañarse y ponerse el pijama. Hoy todo es distinto. Hoy no hay peleas por ser el último sino por ser los primeros. Hoy, solo hoy, todo es sorprendentemente fácil. Baños. Pijamas. Cenas. Y a preparar el salón.

Mantel de Navidad. Copas y vino. Tal vez algo de alcohol duro. Bandeja con turrón y chocolate. Peladillas para darle color. Servilletas. Y mucho amor. Eso es lo que les preparan a los Reyes. A los camellos un barreño lleno de agua en el jardín, por aquello de que no entren en casa y pongan todo perdido. Ante Todo, orden.

Se lavan los dientes. Vuelven al salón. Todo bien, pero faltan los zapatos. Los eligen. Cada uno los suyos. Los limpian. Abrillantan. Los colocan en sus sitio. El truco está en separarlos un poco para que quepan más regalos. Si los juntas mucho, tal vez no dejes suficiente espacio para todo lo que has pedido. Se van a la cama. Se levanta uno. Se levantan todos. Vuelven a comprobar que todo está bien. Lo está. Así unas cuantas veces. Agotados, caen rendidos en la cama. Duermen. Sueñan. Duermen. Descansan.

7:35am. No suena el despertador pero algo les hace despertar temprano. Corren a despertar al resto. Nervios. Prisas. Intriga. Todos al salón. Está cerrado. De repente, alguien abre la puerta…

Este año lo imagino. Este año no lo veo. Este año me lo pierdo. Espero que mañana me lo cuenten todo, todo, con pelos y señales. Y sobretodo, que los Reyes Magos hayan acertado con todo. Que les guste. Que disfruten. Y que, siempre, sean muy felices.

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