Y… ¡Acción!

El pasado viernes 13 de febrero, suena el teléfono estando yo en Panamá. Eran las 6 de la mañana de allí, las 12 del mediodía en Madrid. Era un amigo mío. Podía esperar. Dejé que sonase y después de varios tonos paró. Al minuto me llegó un mensaje de whatsapp con el siguiente texto: «Gonzalo, mándame un selfie». Pensé: «¿Para qué demonios querrá un selfie? ¿Por qué un selfie?». Pasé de pensarlo a preguntárselo. Me dijo que era para un concurso. Total, no tengo nada que perder. Eran las 6 de la mañana. Aunque el concurso fuera de almohadas Pikolín, con una foto mía recién levantado, no ganaba ni de broma. Busqué en la galería de fotos del iPhone y encontré una que me hice en un lago de Guatemala. Se la mandé. Apagué el teléfono y seguí durmiendo. 

Un día después aterricé en Madrid. Llegué a casa, me duché y me acosté un rato. Me levanté para comer y sonó el tono whatsappero del teléfono. «¿Estás ya en Madrid?». Le contesté con una llamada. Me dijo que le mandara otra foto. Esa que le mandé desde Panamá no servía. Me hice una y se la envié. Me llamó pasados unos minutos. Descolgué y solo oí: «Has sido seleccionado para hacer el próximo anuncio de Movistar TV. ¿Te apetece?» ¿Y el concurso? ¿Y mi regalo? Ni me apetece ni me deja de apetecer, no me ha dado tiempo a pensarlo, pero me lié la manta a la cabeza y dije que sí. 

Ni más ni menos que actor por un día. Nunca, y cuando digo nunca es NUNCA, se me había pasado por la cabeza semejante idea. Actuar. La persona más tímida que puedas conocer es un lanzado a mi lado. Es verdad que con el tiempo se ha ido puliendo esa faceta de mi personalidad, pero por no actuar, no salía ni a exponer trabajos delante de mis compañeros del colegio por pura vergüenza. Y hoy, actuando para un anuncio de la tele. 

Me pide el director del anuncio una serie de prendas de ropa que, oh Murphy, otra vez haciendo de las tuyas, no tengo. Total, que le pido a un par de amigos que me abran la puerta de sus armarios y me den lo que les pido. Funciona. Esa noche tenía dos bolsas llenas de ropa en casa esperando a ser usadas al día siguiente. 

Martes 17 por la mañana. Me citan en un hotel de Villanueva de la Cañada. Me recogen allí y me llevan con mis sacos de ropa a una casa donde tienen el salón patas arriba. Cámaras, focos, máquina de echar humo, cables y un montón de sándwiches. Le sumo toda la ropa que me dejaron. Empiezo a probarme cosas y al final decidimos qué pantalón, camiseta y chaqueta me pondría. Me explican de qué irá el anuncio. Busco al masajista para los descansos. No le veo. Busco maquilladores. Gracias a Dios, tampoco les veo. Busco la calle. La veo pero ya no puedo irme. Estoy en la boca del lobo. Too late to run away. 

Y… ¡Acción! Rodamos durante siete largas e interminables horas y por fin se acabó el día. Fue divertido. Cansado pero divertido. Aprendí que en la tele, efectivamente, todo es mentira. Hay trucos, muy fáciles de hacer y tan difíciles de ver que da grima ver la tele después de aquel día. Aprendí que detrás de las cámaras hay mucha imaginación, improvisación y paciencia. Aprendí muchas cosas. Pero hay algo que no llegué a aprender. A ser actor. Me acaban de mandar el resultado. Hombre, lo que se dice actor revelación, no creo que sea, pero tampoco estoy tan mal. A mí me gusta el resultado. Aquí lo tienes, por si te quieres echar unas risas, sube el volumen y disfruta.

Enlace al anuncio 

De todas formas, si de verdad quieres ver al one-day-actor en tamaño tele, busca el canal 0 de Movistar TV (Imagenio) y espera a ver a un tipo con barbas paseando por su casa. Ya me dirás si merezco un Óscar, un Goya, o un «gracias por haber participado». 

Me lo pasé muy bien. Disfruté de lo lindo. Ahora, vuelta a la realidad. La ficción queda atrás. Dicen que antes de morir hay que haber hecho tres cosas. Yo he plantado algún árbol, he tenido hijos, he rodado un anuncio… me faltaría escribir un libro. Ahí lo dejo. 



La reina y el «príncipe» Andrés

Fue el pasado mes de enero cuando conocí a Andrés. Fue entonces cuando supe que sus padres crearon hace, más o menos, un año la Fundación Andrés Marcio, Niños Contra la Laminopatía. Fue esos días cuando mi vida dio un vuelco.


Empecé echándoles una mano en lo poco que podía. Tirando de agenda, llamé a todo aquél que conocía que tuviese relación directa o indirecta con algún medio de comunicación. Funcionó. En poco tiempo hemos conseguido que Andrés, su fundación y, lo más importante, la enfermedad, sean algo más conocidos. Gracias a la COPE(min.28), gracias a El País, gracias a Telemadrid, gracias a Televisión Española, Gracias a ABC, gracias a Marca… pero, sobretodo, gracias a todos a los que os llamé para pediros el favor y lo conseguisteis de una u otra forma.  Sigue leyendo