«En diciembre me vuelves a felicitar»

Ella lo seguía celebrando el 8 de diciembre pero nos dejaba felicitarla hoy, primer domingo de mayo. Era algo clásica hasta para eso. También decía que su santo no era el 24 de julio, Santa Cristina, sino el día de Cristo Rey que, cada año, caía en fechas distintas. Me volvía loco. Era especial hasta en eso. Durante muchos años me levanté pronto por la mañana para darle un beso fuerte tal día como hoy sabiendo que me diría «Gracias pero en diciembre me vuelves a felicitar» y así año tras año hasta que un año no pude hacerlo. Ya no estaba. Desde entonces la felicito de otra forma. Hoy esa otra forma la escribo aquí. 

Felicidades mamá. 

  

«Era guapa. Una belleza especial. Morena de pelo, de ojos, de piel… Dientes algo separados que le daban ese toque personal.

Todos quedaban prendados de ella. Algo tenía que atraía. Llamaba la atención. 

Generosa. Mucho. Siempre tenía algo que darte. Algo con lo que sorprenderte. Siempre intentaba alegrarte. Siempre lo conseguía. 

Simpática. Divertida. Entretenida. Una gran imaginación. Creaba historias de cualquier situación. Se inventaba historias de lo que le rodeaba para hacerte pensar. Jugando a pensar. Pensar jugando. 

Conseguía lo que quería. Allá donde iba y encontraba obstáculos, sabía sortearlos. Resolutiva. No tenía freno. Si algo quería lo lograba. Si no era para ella, con más razón. 

Café por la mañana. Café a media mañana. Café a mediodía. Café… Café a todas horas. Café frío. Café solo. Solo café. Corría más sangre colombiana por sus venas que por las de Juan Valdez. 

Nos cuidó. Nos enseñó. Nos educó. Esperó a que nos enamoráramos, casáramos, formáramos nuestras familias, tuviéramos nuestros hijos… sus nietos…

Y un día se fue. Me quedé sin ella. Me quedé sin ti, mamá.»

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