El bueno de Titón.

Termina 2015. Termina este año y no quería dejar pasar un día más para hablarte de un buen amigo mío. Hay personas que desde el primer momento que conoces sabes que algo especial corre por sus venas. Gente a la que según estrechas la mano por primera vez te hace sentir algo bueno. Muy bueno. Este es el caso del que te quiero hablar.

Fue hace varios años. Nos tocaba volar juntos. Serían tres días. Trés más. En este caso, tres MÁS. Compartimos comidas, cenas y algún paseo por alguna ciudad de Europa donde nos tocaba pernoctar. Hablamos de todo en general y de un poco en particular. Fueron tres días que puedo reconocer cambiaron mi forma de ver las cosas.

Este amigo, hoy muy buen amigo, al cabo del tiempo, me entero que preside una Fundación que desde hace un tiempo trabaja para ayudar a niños de varios puntos del mundo. Niños necesitados de todo. Agua. Libros. Juguetes. Medicinas. Todo por tener una infancia medio normal. La fundacion se organiza bajo el paraguas de un sindicato y va consiguiendo, poco a poco, esas metas que se va proponiendo.

Llevar cajas llenas de material a miles de kilómetros de Madrid no es tarea fácil, pero cuando todo lo dirige alguien como él, esas dificultades parecen desaparecer. Cuando hay que conseguir dinero para sacar agua de un pozo inexistente y dar de beber a familias a otros tantos de miles de kilómetros, podría ser inviable, pero cuando el que lo organiza es él, no solo podrán sacar agua sino también petroleo. Cuando hay que llevar urgentemente medicamentos a una escuela perdida en cualquier poblado de sudamérica uno pensaría que no llegarían ni en un mes pero cuando el que mueve hilos para hacerlos llegar es él, en menos de 48 horas están allí, listas para usarse. Así es él. Eficiente. Capaz. Tenaz. Bueno. Solidario. Generoso.

Hace unos años tuve la desgracia de tener a la mujer de un primo mío enferma de un cáncer «incurable». Su médico decidió jugarse todo a una última carta. En Argentina existía un medicamento que en España no se utilizaba que había curado a varios enfermos con la misma enfermedad. Me llamó mi tía y me preguntó si sabía de alguien que pudiera traerlas urgentemente. Solo pensé en él. Él mandaba medicinas fuera por lo que pensé que sabría cómo hacerlas llegar aquí. No me equivoqué. Le llamé un lunes por la tarde y el miércoles a primera hora de la mañana ya estaba en Madrid la primera dosis. El jueves, la segunda. El viernes, la tercera. Lamentablemente no la curó, pero me quedo con la bondad, su bondad, con la que se ocupó de todo en aquellos momentos.

Años más tarde conocí a uno de sus hijos. Hablamos de él, de como tenía el garaje de casa lleno de cajas listas para enviar a cualquier punto del mundo. De como es capaz de llenar cualquier discoteca para recaudar fondos. De como no deja de sonarle el teléfono todo el día y contesta todas y cada una de las llamadas atendiendo al que lo necesite. De como tienen en casa… a un santo en vida.

El día que empecé a colaborar con la Fundación Andrés Marcio, Niños Contra la Laminopatía le llamé. No para contárselo sin más, sino para darle las gracias porque, seguramente, si no hubiese coincidido con él aquellos tres días, no hubiera sabido hacer nada de lo que hoy hago. Ojalá algún día pueda lograr ser una quinta parte de lo que es él. Si lo logro estaré más que satisfecho.

Titón, gracias. Gracias por todo. Gracias por enseñarme. Gracias.

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Fundación SEPLA AYUDA.

A continuación un breve resumen de lo que Titón y todo su equipo están llevando a cabo en estos momentos.

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