Puigdemont 1 – Iniesta 0

Banderita nacional

Llevo varios días dándole vueltas a un asunto que me llama la atención. La revolución abanderada que se ha originado con motivo de todo lo acontecido al noreste de la Península Ibérica. Sí, de España. España. Es-pa-ña. No pasa nada, se puede decir. Se puede pronunciar. No salen llagas al nombrarla. Hay gente que sigue pensando que si dices España te saldrán heridas en la boca. Supongo, serán los mismos que piensan que te quedas ciego si te tocas la entrepierna. Mismo nivel cultural. Bien, a lo que iba… gracias, y solo gracias a la que se ha liado han liado en Cataluña, en España, han vuelto a resurgir sentimientos nacionalistas, patriotas, españolistas… que se quedaron guardados desde aquél golazo de Iniesta en Sudáfrica. Hemos pasado de ondear las banderas por meter un gol a sacarlas para que no nos lo metan.

Supero la cuarentena, por poco, pero la supero. Nací en una época en la que todavía ondeaban “gallinas” en las fachadas de los edificios oficiales. Se celebraban concentraciones en la Plaza de Oriente con motivo del 20N. Al fútbol se iba con la bandera nacional. Luego se mezclaron unas y otras. Las del águila se guardaron. Los más de un lado las sacaban de vez en cuando. Las nuevas, se empezaron a poner en los mástiles sustituyendo a las anteriores. Se asociaba aquella a la época franquista. En estos cuarenta años, espero no equivocarme, solo recuerdo dos momentos en los que todo el país ha salido del armario y no ha escondido su patriotismo. Uno: el Mundial de fútbol. Dos: la semana pasada.

Solo recuerdo tanta unión en otra ocasión, esta vez sin banderas, el desgraciados día que ETA mató a Miguel Ángel Blanco. Nunca más nos hemos visto tan unidos.

Nada nos une. Ni el fútbol, ni la cerveza (Cruzcampo en el sur, Mahou en el centro, Estrella en Galicia…), ni los bailes, ni la música, ni la televisión (Canal Sur, Telemadrid, Extremadura, TV3, ETB…), nada… ni el idioma… con la suerte que tenemos de hablar varios idiomas. Somos un país enorme en sus tradiciones, culturalmente riquísimo, con todo tipo de comidas, latinas, árabes, españolas… Tenemos las mejores playas, los montes más bonitos, cuevas, ríos, castillos, monumentos… pinturas rupestres, acueductos romanos… ¡Podemos presumir de tanto que nos une! Pirineos, Levante, Cantábrico, Mediterráneo, esas maravillosas islas, las Canarias y las Baleares, Ceuta, Melilla… ¡Perejil! Fernando Alonso, Rafa Nadal, Julio Iglesias, Alejandro Sanz, Bisbal, las pelis de Almodóvar, el flamenco… la Paella, el Vermut, la siesta… somos la envidia del mundo, pero no nos soportamos. No nos podemos ni ver. Resulta que todo el planeta nos mira con celo, pensando en cuando poder venir a disfrutar de lo nuestro, lo español, y nosotros queremos romper nuestro mayor tesoro, nuestro país, en mil pedazos. Y ese algo, ese trozo de tela, que tenemos en común lo menospreciamos. La bandera. Nuestra bandera. Qué manía con asociarla al fascismo. Qué ganas de remover la mierda del pasado y mezclarlo con lo actual. Si el rojo amarillo y rojo se asocia al franquismo, qué no supondrá el propio nombre del país. ¿Lo cambiamos?

Gracias a las ideas independentistas (o no) del señor Puigdemont y amigos, se han desempolvado muchas banderas. Creo que ha habido hasta familias sorprendidas al saberse dueños de alguna. Existe un caso en Pamplona, una familia que hacía tantos años que no usaban la suya que apareció su balcón decorado con la bandera Carlista. En algún periódico extranjero confunden nuestro escudo con el toro de Osborne. Se ha dado una extraña situación, los comercios chinos se han visto desbordados y han hecho su agosto en octubre vendiendo nuestra bandera. Han vestido un edificio entero con la bandera de España. Algún ayuntamiento ha abanderado sus calles. Me atrevería a decir que el sentimiento nacional ha superado lo imaginable. Abres whatsapp y parece la plaza de Cibeles, las banderas han sustituido las fotos del verano en la playa como imagen de perfil. El Día de la Hispanidad ha vuelto a ser lo que era, celebración de la Hispanidad.

Puigdemont ha ganado a Iniesta.

Curiosamente los dos muy arraigados a Barcelona. A Cataluña. Sorprende que ambos, uno por President independent y otro por jugador del equipo de la “República”, hayan unido tantísimo a los españoles. Me pregunto si le llamarán, como hicieron en su día con don Andrés, para dar los pregones de las fiestas de los pueblos. Me creo cualquier cosa.

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