Barrer la playa

Llevo desde el 31 de agosto del año pasado ahorrando para volver. El año pasado fue mi primera vez. Sí. Tardé años en probarlo. Nunca antes estuve. En mi casa siempre hemos sido más de interior. Por fin, el verano pasado me lié la manta a la cabeza y fui. Por fin conocí la playa. Lo que se siente metiendo el cuerpo en aguas saladas. Fue tan impactante que quiero, necesito, volver.

Necesito volver para comprobar si todo vuelve a ser como lo viví la primera vez. Necesito comprobar que la playa es, de verdad, solo arena. Arena que, además, abrasa. Arena que te acompaña allá donde vayas. Pasas quince días de vacaciones rebozado cual croqueta. Te levantas por la mañana en tu apartamento recién barrido la noche anterior y pisas ese frío suelo lleno de arena. Granos de arena, minúsculos, repartidos por todo el cuarto. Llegas al baño con los pies como una lija del 7 y levantas la tapa y te encuentras con arena. Abres la ducha y dentro de la ducha hay arena. Te secas, sacudes la toalla tras secarte y sale más arena que arroz blanco en una boda.

Te preparas un café, harto de tanta arena te apetecen otro tipo de granos, de café, molidos y tostados. Te sientas. Olvidas la cuchara para remover el azúcar. Te levantas, abres el cajón de los cubiertos y, oh, sorpresa, éstos conviven con una pequeña familia de granitos de arena también. Hay arena por toda la casa. Pequeñas cantidades, pero ahí están. Arena en el salón. Arena en los pasillos. Arena en los cuartos. Arena en la terraza. Tanta arena que te preguntas si la casa se está deshaciendo léntamente. Sales de casa.

Coges las llaves del coche. Arrancas. Con la vibración del primer movimiento del motor caen granos sueltos por el parabrisas. Esto no es la playa. Es el maldito desierto. Hay arena por todas partes. Es desesperante. Arena en la cuneta. Arena en la alfombrilla. Golpeas el asiento y sale arena despedida. El coche impecable, pero con arena. Estoy seguro que consume tanto por todo el sobrepeso que lleva de arena. Mires donde mires verás arena. Amarilla, blanca, roja, del color que sea, pero arena.

Todo el año soñando con ir a la playa. Y la playa no es lo que me vendieron. La playa son castillos de arena. Arena en los zapatos. Arena en los bolsillos. Arena en las orejas. Arena en el pelo. Arena en los ojos. Arena en las camisas. Arena en la cocina. Arena en la nevera. Arena en la cafetera. Langostinos con arena. Solomillo con salsa de arena. Arena. Arena. Y más arena. Eso… y algún gintonic con lima… y arena… eso es el verano.

Como decía, quiero volver para ver si la playa sigue igual o por fin la han barrido.

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