Están todos. Ha venido hasta Juan.

Sonia en la primera fila con los niños. Normal. A su lado mis padres. Normal. Detrás de ellos mi cuñada con el cretino de su novio. Ese, sinceramente, me jode un poco que esté ahí sentado. Mi hermano, su mujer, mis sobrinos. Bien. Todos en su sitio. Veo que hay mucha gente. Están Oscar y su mujer. Oscar fue compañero mío cuando trabajé en Coca-Cola. Trabajábamos codo con codo. Comíamos juntos todos los días. Hicimos muy buena amistad. Acabamos veraneando juntos. Buen tipo, Oscar. Miro por encima y veo muchas caras conocidas. Otras, no tanto. ¿Quién será ese del abrigo loden? Está solo. De pie al fondo. Es que ni me suena. Nada. Por mucho que le doy vueltas, nada. Bueno. Se agradece su visita igualmente.

Hace años, muchos años que no les veía. Mis compañeros del equipo de balonmano. Ahí están todos. No falta ni uno. ¡Qué bien lo pasamos! Aún recuerdo aquel mes de abril del 86 cuando ganamos el Torneo de Berlín. Menudo partidazo hizo Suarez, nuestro portero, en la final. Los locales pensaban que era un alemán disfrazado de español. Buah… se me saltan las lágrimas todavía, y mira los años que han pasado. ¡Casi nada! Ahí están, haciendo piña como cuando teníamos pelo.

¡Coño! Si ha venido el cabrón de mi vecino. Lleva años dándome el rollo con que si aparco mi coche muy pegado al suyo. Erre que erre, pero mira, aquí está. Se le habrá olvidado lo de los rayones del coche. Pobre hombre, mira que le digo que son blancos y mi coche es azul. Que es imposible que sea yo. Total, qué más dará… él tiene que decírmelo cada vez que me ve.

Por fin, tarde pero ha llegado. Mi primo Juan. Vive en San Sebastián y está jodido de la espalda. Viene en su Rocinante, así llama a la silla de ruedas que permite que se mueva con algo de normalidad tras el atentado que sufrió en el 89. Salía de casa de mis tíos cuando al cruzar por el paso de cebra frente a su portal un coche saltó por los aires. La onda expansiva lo mandó casi al otro barrio. Se salvó de puro milagro. Ahí está… es un fenómeno. Gracias. Juan, gracias por esforzarte. No me podías fallar. Están todos. Ha venido hasta Juan.

Qué pasada. Está hasta arriba. Todos los bancos llenos. Uno. Dos. Tres… Catorce… todos, todos llenos. Y gente de pie. Me siento tan querido. Me siento…

Perdón. Tengo que parar ya. Va a empezar mi funeral.

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