El cielo de los muertos

Cuando tienes hijos aprendes que no todos son iguales. Cada uno tiene sus particularidades. Simpatía. Espontaneidad. Energía. Empatía. Disciplina. Obediencia. Curiosidad. Es aquí donde dejo de enumerar esos rasgos que unos potencian más y otros menos. La curiosidad.

Hace unos días tuve una de las conversaciones más trascendentales a la vez que difíciles con uno de mis hijos. El pequeño. “Papá, ¿cómo es el cielo de los muertos?” El cielo de los muertos. Así, a bote pronto. Sin avisar. Nada más y nada menos que el cielo de los muertos. ¡Toma ya! Pensé, “¿este renacuajo no podía haberme preguntado por otra cosa? ¿Cómo es el sol? ¿Cómo son las nubes? ¿A qué huelen las nubes?” No. Insistió: “Sí, papá, cuando te mueres, ¿qué pasa? ¿Cómo es adonde vas?”

Resoplé, cerré los ojos y me dejé llevar. “Cuando mueres, no, no desapareces en el acto (eso pensaba él). Cuando mueres dejan de funcionar los órganos del cuerpo, el corazón, el cerebro…” Me miraba con extrema atención. Me preocupaba. Me asustaba. Me imponía un poco, la verdad. “Si ese señor que va andando por la acera, de repente se muere, ¿no desaparece?”, insistía. Entonces pensé en hablarle claro. “A ver, pongamos que ese señor que dices tú, que si se entera que le estamos matando igual nos mata él a nosotros, se muere alguien como yo, llamaría corriendo al 112. Intentaríamos reanimarle esperando a que llegásen los médicos. Entonces, ellos, al comprobar que está muerto dejarían de intentarlo. Luego, al señor que acabamos de matar, se lo llevaría un coche metido en una caja. Averiguarían la razón por la que murió. Se lo dirían a su familia. Ellos elegirían un tanatorio. Allí irían muchos familires y amigos para acompañar a sus hijos, a su mujer, a sus padres…”

”Pero, ¿al cielo de los muertos cuando va?” Y dale con el cielo de los muertos. “Ahí iría en algún momento. No sé exactamente cuando, pero acabaría ahí.” “Ya, ya, y si en lugar de ser una persona buena es un asesino, ¿también iría al cielo de los muertos? ¿Hay asesinos en el cielo de los muertos?” “Supongo que sí, aunque hayas sido un asesino, tal vez Dios te ha perdonado.” (Ayuda, necesito urgentemente ayuda en este momento). La ayuda llega en forma de otra pregunta: “Vale, eso no me importa tanto. Lo que quiero saber es cómo es ese cielo. Me gustaría poder verlo un momento y volver.” Ojo, que mi hijo debe querer morirse y resucitar. No, no. Imposible. “Hijo, eso es imposible. No te acordarás, eso espero, cusndo estabas en la tripa de mamá no conocías lo de fuera. En ningún momento se te pasó por la cabeza asomarte un momento para verlo. Pues esto es igual. Tienes que esperar, ojalá muchos años, para conocer el cielo de los muertos.”

Gol del Rayo. En la radio celebran ese gol y la conversación se da por terminada. Dirige toda su atención a los comentaristas del partido. O no. “¿Cuántos años crees que tardaremos en conocer el cielo de los muertos, papá?” Silencio.

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