1985. Llegó a la misma hora de siempre. Cinco y cuarto de la tarde. Llovía, por lo que entró corriendo, algo acelerado. La cabeza debajo de su capucha y mirando al suelo, que parece moja menos. Se sacudió las gotas de agua y se quitó el chubasquero Karhu azul. Lo colgó sobre un taburete de madera y saludó a sus amigos. En la radio sonaban Tears For Fears, Duran Duran, A-ha, Phil Collins… Se acercó a la barra. Allí estaba Antonio, como todas las tardes, peleándose con los crucigramas del Ya. Le pidió un TaB. Era de los pocos que bebían eso. El resto eran más de Fanta de naranja o Coca-Cola. Le sirvió su TaB y le dio la chapa. La guardó en un bolsillo para jugar a la Vuelta Ciclista en el patio del colegio. Le dio 200 pesetas. 40 para el TaB y el resto para el futbolín.
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