Quiero que esto acabe ya

Tengo el teléfono en modo silencio y no leo los mensajes de uno en uno, según llegan. Tecleo el código de desbloqueo y con más miedo que curiosidad abro la aplicación del icono verde para empezar a leerlos. Ya no espero leer mensajes de los de antes. Ya no llegan los típicos “¿quién se apunta a una cerveza esta tarde a las seis?” ¿Qué cerveza? ¿Dónde? Ya no te escriben para recordarte que lleves tal cosa al trabajo al día siguiente, ¿qué trabajo? Ya no recibes el encargo de tu mujer de “pasa por la tintorería a recoger la chaqueta”, ¿qué tintorería? Hoy, pulsas el icono verde y van saliendo esquelas una tras otra. Noticias de amigos. “Se ha muerto el hermano de Antonio”. “Esta noche ha fallecido el padre de Natalia”. “La mujer de Jorge estaba saliendo del cáncer pero el virus se la ha llevado por delante”. Dramas. Más dramas. Compañeros de trabajo. Amigos. Hermanos, padres, abuelos de amigos. Vecinos. Primos, tíos… familia.

Recuerdo un fuego en mi casa. Era pequeño, tendría doce o trece años. Pensé que no pasaba nada si, total, el fuego estaba en la cocina y nosotros en el salón. Las llamas tenían vida propia y se acercaban hasta mí. Hasta que mi madre, con muy buen criterio, el único criterio, nos agarró del cuello cual perra a sus cachorros y nos sacó de aquel infierno para ponernos a salvo. Las llamas llegaron al salón. Devoraron todo lo que se encontraron en su camino. Destrozaron la casa. Destrozaron nuestras vidas.

Hoy, esa muerte que nació, muy probablemente en un laboratorio, en China se acerca sin piedad. Le da igual qué o quién se interponga delante de él. El virus es la llama del fuego. Donde hace poco, muy poco, lo veíamos lejísimos, hoy está llamando a nuestras puertas. Unas veces abrimos pero muchas otras no. Como un experto ladrón, incluso hay veces que se cuela en casa sin que nos percatemos. Entra y arrasa con todos. Hoy ha pasado de largo y se ha ido a otra casa. ¿Qué pasará mañana?

Insisten en que nos quedemos en casa. Eso ya ha quedado claro. Muy claro. Insisten en que nos lavemos las manos. Eso ya ha quedado claro. Muy claro. Insisten en que mantengamos distancias. Eso ya ha quedado claro. Muy claro. Insisten en tantas cosas que tenemos asumidas desde el día 1. Ahora, que se pongan las pilas los que tienen que pensar. No se les votó para esto. No. No se presentaron para esto. No. Nadie se podía imaginar que esto podría ocurrir. Ha ocurrido. Bien, pues átense los machos y si ustedes no saben, que es normal que no sepan, deleguen en expertos. En muy expertos. Esto no lo soluciona un tipo que se ha ganado, a saber cómo, la confianza de un grupo de votantes para ir a discutir al Congreso. Esto lo arreglan, si acaso, expertos. Muy expertos. Por favor, hagan que sigamos recibiendo mensajes… de gente que se ha salvado. La curva, la puñetera curva… que alguien la enderece de una vez.

Estoy harto de leer nombres con apellidos conocidos. Estoy harto de oír tremendas historias de angustia. Historias de injusticia. Historias de desesperación. Quiero leer que esto acaba ya. Quiero poder ir a la tintorería. Quiero poder ir a tomar una cerveza. Quiero ir a trabajar. Quiero llevar a los niños a karate. ¡Quiero que esto acabe ya!


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