Ladrones de sueños

Como todos los días, sonó el despertador a las 8 y un minuto de la mañana. No le gustaba ponerlo a las 8 en punto por aquella vez em que se equivocó y ya, siempre, lo dejó en esa hora inexacta. Como todos los días se giró sin cambiar su respiración profunda de sueño y le dio un puñetazo. El despertador voló por los aires y cayó cerca de los zapatos del uniforme, limpios y preparados desde la noche anterior. Como todos los días esperó sin saberlo a que su madre subiera las persianas de su cuarto y los primeros rayos de sol penetraran sus ojos hasta llegar al fondo del cerebro. Salió y entró de su cuarto varias veces. Cogía trastos y los devolvía a su sitio. Como todos los días corrió contrarreloj hasta el momento de salir por la puerta tras dar un beso a sus padres. Voló hasta llegar un minuto tarde a clase.

Ese día, Diego, no llevó el balón al cole. No podía. Ese día, Diego, tampoco se llevó los cromos. Ese día, Diego, dejó los Playmobil en la estantería de su cuarto. Ese día, Diego, el bueno de Diego, solo se llevó los libros a clase. Su mochila estaba especialmente limpia y ordenada aun llevando un mes de curso. Otros años sus zapatos ya habrían pasado por las manos de Dani, nuestro amigo zapatero. Los pantalones, impecables. Este año la ropa va a durar más de la cuenta. Este año, este maldito año, no se ha puesto ni una mísera tirita. Ni un chichón. Ni un moratón.

Diego es un chico responsable y acata las normas sin rechistar. Diego, como el resto de niños, está obedeciendo todo lo que se le dice. Pero todo tiene un límite. Diego es un niño, no un animal. Diego, a diferencia de otros seres vivos siente y padece, sufre, llora, piensa… Diego tiene que aprender a multiplicar; saber dividir; memorizar ríos, golfos y montañas; canturrear las capas de la Tierra; tocar el ukelele; y muchas cosas más. Son conocimientos importantes que no vitales. Son temas que, sí, entran dentro del plan educativo pero se nos olvida algo. Algo fundamental.

Diego tiene que jugar. Necesita jugar. Diego tiene que correr. Necesita correr. Diego tiene que pelear. Necesita pelear. Diego tiene que abrazar. Necesita profundamente abrazar. No podemos centrarnos en la parte académica, que también, necesitamos devolver la infancia a los niños. No puede ser verles en los patios de los colegios como si de girasoles en el campo se tratase. “Viendo pasar el tiempo…” como la Puerta de Alcalá. Es muy triste verles jugar con la mirada. Es horrible verles llorar en silencio. Sentirles tristes. Es una generación que tiene el mismo derecho, más si cabe, que las anteriores. Son víctimas de su tiempo. No merecen vivir así. No es su culpa. Necesitan… es suya y de nadie más… su infancia.

Les estamos robando sus sueños. La imaginación no tiene límites. No quiero ser yo quien cerque sus mentes. Démosles lo que les corresponde. Regalémosles algo tan valioso como justo: su tiempo. Robando infancia, robamos niños. Robando niños, nos convertimos en seres despreciables. Dejemos de serlo. Dejemos de robar. No seamos ladrones de sueños.

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