Prohibido toser

Diferentes síntomas de covid, resfriado y gripe
Fuente: María Elisa Calle* y elaboración propia de EL PAÍS. (*) Profesora titular de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, experta en epidemiología y medicina preventiva.

De un tiempo a esta parte voy con los bolsillos llenos de caramelos de menta, Juanolas, píldoras de miel y demás aliviadores de tos. Tengo por costumbre respirar. Lo sé, es un mal hábito. Por el simple hecho de respirar, a veces toso. Me atraganto y se me escapa una tos. Hace unos días tosí en la puerta de un banco y el banco cerró. El otro día fui a ese gran almacén que nadie quiere nombrar pero que todo el mundo sabe cual es y en la sección de zapatos carraspeé sin darme cuenta y vino el señor de la chaqueta roja a aislar la zona. Le acompañaba un equipo de limpieza que roció la zona con Sanytol Graduación Rojo Intenso.

Esta mañana he ido a hacer un par de recados en coche. Suelo usar el coche a diario. De toda la vida me ha dado cierta claustrofobia ir con las ventanillas cerradas. Aunque hubiese pingüinos caminando por las aceras, yo bajaba un dedo las ventanillas para sentirme suficientemente oxigenado. He parado en un semáforo infernal, el de José Abascal con Castellana. Estaba el chico de pelo rizado haciendo malabares como todas las mañanas. El moreno haciendo virguerías con su balón de fútbol y la chica de las muletas y los kleenex. Yo tenía puesto Rock Fm esperando a Alex Clavero y su monólogo. De repente se ha metido un bicho en el coche y se ha puesto a revolotear. Debía de ser un mosquito o algo parecido. El caso es que en un despiste mío, he abierto la boca para bostezar y el mamón del bicho alado se ha metido en el fondo del paladar para no salir jamás. Ha encontrado su agujero negro particular y no ha podido salir de ahí. Se me ha quedado pegado en el fondo de la boca y he comenzado a toser cual tísico en sus últimos días. Los coches de alrededor han empezado a avanzar como si de una salida de Fórmula Uno se tratara. Los motores han comenzado a rugir. El sonido de las ventanillas se oía perfectamente. Todas arriba a la vez. Ni la Orquesta Filarmónica de Viena lo hubiese hecho tan ordenado. Los pestillos de los coches han comenzado a cerrarse. Las mascarillas han pasado de estar tapando papadas a ocupar su sitio ocultando narices y bocas.

Yo seguía con el bicho haciendo de Tarzán en mis cuerdas vocales, lianas vocales. He dado un último sorbo al termo por si quedara una pizca de café. Algo había y he conseguido crear una pequeña riada en mi boca que ha arrastrado al insecto hasta mi intestino. El picor de la boca seguía. Ha llegado un coche de Policía con varios efectivos en su interior. Uniformados como si de una Guerra Nuclear estuviéramos hablando. Han sacado algo parecido a un arma y me han apuntado. Me han pedido que bajase la ventanilla lentamente. Así he hecho. Me saltaban las lágrimas de los ojos por el simple hecho de que por algún sitio tenía que toser. La boca sellada. Solo podía toser por los ojos. Se ha acercado un artificiero a mi coche y me ha apuntado con su arma. He notado un punto rojo en mi frente. Silencio. Miedo. Muero. He recorrido mis 45 años de vida en décimas de segundo. Me he acordado de todo y de todos. De ti también. He visto como su dedo índice empezaba a doblarse a cámara super lenta. Ha accionado el gatillo y… he cerrado los ojos. Me acaba de disparar. Me acaba de… tomar la temperatura. 36,1ºC. Estoy helado, pero estoy sano. Me ha pedido la documentación del coche y el carnet de conducir. Se lo he dado. Me ha hecho soplar y he dado 0/0 como esa cerveza azul que anuncian. De repente todo ha acabado. «Hala, circule.» Sus últimas palabras. «Hala, circulo.» Mis últimos pensamientos. Y me fui.

Suena el teléfono. Es el colegio. ¿Qué habrá roto esta vez mi hijo? No ha roto nada.

Voy corriendo a por él. Se le ha metido un poco de polvo de tiza en la boca. Parece grave. Es urgente.

Ha tenido la brillante idea de toser.

Hoy no puedes constiparte. No puedes tener mocos. Hoy, hay muchas enfermedades comunes que hemos tenido toda la vida que pueden ser un peligro para la Humanidad. Como me dice una buena amiga sobre el resfriado de su hijo «en otra situación iría al cole con una juanola» pero hoy es un potencial peligro. Le miran mal. Bullying por un moco. Los niños tienen prohibido juntarse. No pueden jugar. No pueden ver a sus abuelos. No pueden quedar después del colegio con sus amigos. No pueden hacer nada. Por no poder, no pueden ni tener mocos. Niños sin libertad. Niños sin infancia. Niños sin derechos. Tose, por la razón que sea, y se queda sin su derecho a ir al colegio. Hemos llegado a un punto en que los niños no quieren hacer pellas, quieren ir al colegio. El mundo al revés.

Esta señal representa lo que pasaba en la era pre-Covid. Los niños tenían tanta libertad que no cabía ni en un sola señal de tráfico. Hoy, lamentablemente, con un avioncito rojo basta.

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