Error de nacimiento.

En casa teníamos la costumbre de felicitarnos por la mañana y esperar a la tarde para soplar las velas en el día de nuestros cumpleaños. Llegaba el 1 de septiembre y todos, empezando por mi madre, felicitábamos al pequeño de los cuatro. Pasaban 16 días y despertábamos al siguiente tirándole de las orejas. Varias semanas después, con cierto respeto y prudencia por ser el mayor, felicitábamos al mayor de todos. Pero… conmigo era distinto. Recuerdo con cierto pudor que siempre había dudas con mi cumpleaños. ¿Por qué? Algún año me felicitaban un 30 de septiembre, otros el 1 de octubre… yo siempre me enfadaba y acababa apagando la chisporroteante llama de las velas el día de mi cumpleaños, el 2 de octubre. Siempre me pregunté la razón de estas discrepancias. Hubo tiempos que pensé que me vacilaban. Pensaba que me tomaban el pelo por mi forma de ser, entraba al trapo enseguida. También dudé de la capacidad intelectual de mis hermanos y hasta de mis padres. ¿Cómo es posible olvidar una fecha de cumpleaños? ¡Joder! ¡Que soy el segundo, no el decimoquinto! 

Han pasado más de 40 años, o no. Se acerca peligrosamente mi cumpleaños, o no. Hace unos días, seguro que sí, ordenando papeles, mi hermano encontró el documento que se le entrega a unos felicísimos padres tras el nacimiento de su hijo en el hospital. En este viene bien explicado y detallado todo tipo de detalles informando sobre lo sano o insano que es el bebé. Peso, altura, perímetro craneal, perímetro torácico, inspección del cráneo, de la cara, del cuello, del tórax… juicio clínico y… ¡fecha de nacimiento! Pues bien, 45 años después, o no, me entero de algo que me ha perturbado de tal forma que no sé si sigo siendo yo o soy otro, si soy quien me dijeron ser o no, tengo cierto sentimiento de culpa por haber mentido durante tanto tiempo a tanta gente. No nací el día en el que me empeñaba en ser felicitado sino ¡cuatro días antes! 

¿Qué hago? ¿Qué debo hacer? ¿Cuando me van a felicitar ahora? ¿Cambiará mi signo del zodiaco? Mi carta astral se va a tomar por… Nada tiene sentido. No soy el mismo. Soy otro. Soy mayor de lo que era. Hubiese podido conducir unos días antes. Hubiese podido entrar en ciertas discotecas antes. ¡Me he perdido cuatro días de tantas cosas! ¿A quién se le reclama esto? ¿A qué ventanilla voy? ¿Esto tendrá un precio? ¿Quién me paga esta frustración? Arriaga Asociados, dejad los sellos y el tema del banco que vendieron por un euro, centraos en mi caso. 

Ya no sé si soy yo quien escribe o es mi yo del 2 de octubre. No sé si soy del 28 de septiembre o de unos días después. ¿Me podré jubilar cuatro días antes? Me surgen tantas dudas… ¿podré entrar al Hogar del Jubilado a finales de septiembre o tendré que esperar a octubre?

Por si acaso, a partir de ahora celebraré mi cumpleaños el 28 de septiembre y el 2 de octubre. Tú eliges cuando quieres felicitar a este pobre incomprendido. Y sobre por qué nunca me dijeron nada… me quedaré sin saberlo. Tengo muchas hipótesis y ninguna es buena ni convincente. Así que me quedaré con la duda. 

Se despide un tipo que no tiene claro nada. ¡Hasta la próxima, o no!



No puedo dejar de mencionar a dos personas muy importantes en mi vida. Don Luis Torres Pérez y don José de la Cruz y Castillo, Encargado y Secretario del Registro Civil de la calle Pradillo en el año 1975. Imagino el nivel de despiste que debían de tener aquél día que alguien fue a inscribir a este recién nacido que os escribe. Vieron una fecha a pie de página y la dieron por buena. Me destrozaron la vida. Así de claro. ¡Me destrozaron la vida! Mientras ellos metían la pata, el guión de mi vida cambiaba totalmente. ¿Cómo se retrocede? ¿¡Cómo!?¿Hubiese cambiado algo en mi vida? A saber. Me moriré sin saberlo… pero con dos fechas de nacimiento, ¡con dos cumpleaños!


Es obvio que es todo en tono de humor.

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